CLAUDE MONET está en Madrid
Más de 50 obras maestras de Monet, se exponen en Centro Centro - Cibeles, procedentes del Musée Marmottan Monet de París, explican toda la trayectoria artística del maestro impresionista leída a través de las obras a las que más apego tenía el propio pintor, las «suyas», las que conservó celosamente hasta la muerte en su casa de Giverny, y de las que nunca quiso separarse, entre ellas los celebérrimos y emblemáticos Nenúfares.

La exposición, fue organizada por CentroCentro y Arthemisia en colaboración con el Musée Marmottan Monet de París. El Musée Marmottan Monet alberga el más importante y nutrido conjunto de obras del artista francés, fruto de la donación que realizó su hijo Michel en 1966.

Para la exposición de Madrid, el museo prestará obras tan excepcionales como Retrato de Michel Monet con gorro de pompón (1880), sus evanescentes Glicinas (1919-1920) junto con cuadros de gran formato como sus cautivadores Nenúfares (1917-1920)
Michel Monet con gorro de pompón (1880)
Glicinas (1919-1920)
Nenúfares (1917-1920)
El recorrido de la exposición se centra en las distintas etapas de las investigaciones de Monet , desde sus inicios en las costas normandas hasta su última obra, los Nenúfares, pintados en su propiedad de Giverny, pasando por sus viajes a Holanda, Noruega y Londres. Destacar que la mayoría de los cuadros expuestos forman parte de la herencia directa de Claude Monet. Se trata de las obras que Monet guardó en su estudio, en la casa familiar de Giverny, hasta su muerte en 1926.
La luz impresionista
Convertido en maestro de la pintura al aire libre, Monet dedicó toda su vida a captar las variaciones luminosas y las impresiones de colores de los lugares que miraba. Más que en el motivo, su interés se centraba en la transfiguración de este último por obra de la luz. Para aprehender esta luz cambiante, el pintor trabajaba deprisa a base de pinceladas sucesivas y no dudaba en aventurarse por lugares expuestos a cambios meteorológicos bruscos.

Para aprehender esta luz cambiante, el pintor trabajaba deprisa a base de pinceladas sucesivas y no dudaba en aventurarse por lugares expuestos a cambios meteorológicos bruscos. La costa de Normandía, y sus puestas de sol o los paisajes de Holanda, adonde volvió en 1886, le permitieron abordar las intensidades lumínicas de una naturaleza aún salvaje.

El Plein Air
En el siglo XIX, el advenimiento del ferrocarril y la invención de la pintura en tubos dieron más libertad de movimiento a los pintores, junto con la posibilidad de pintar al aire libre, práctica que sin embargo tenía sus limitaciones. Obligados a desplazarse con su material, los artistas elegían lienzos de pequeño formato y fáciles de transportar. También tenían que pintar deprisa, a fin de plasmar lo que veían al instante.

Fueron Johan Barthold Jongkind (1819-1891) y Eugène Boudin (1824-1898) quienes iniciaron a Monet en esta práctica. El pintor recorría Francia con asiduidad e hizo varios viajes por el extranjero con el objetivo de pintar marinas, paisajes o escenas de la vida familiar
El jardín de Monet en Giverny
En 1883 el pintor se instaló en Giverny. En 1890 se hizo dueño de la propiedad y desde entonces ya no se alejó del valle del Sena. Al haber mejorado su situación económica pudo dedicarse casi en exclusiva durante veinte años a acondicionar la casa, y sobre todo a diseñar el jardín. Esta nueva estabilidad le permitió explorar el entorno y afinar su vista y su estudio de la naturaleza pintando todos los aspectos de las plantas y flores que lo rodeaban.

La figura humana fue desapareciendo progresivamente de su obra, cuyo único asunto acabaron siendo los iris, los hemerocallis, los agapantos y sobre todo los nenúfares, al tiempo que adoptaba como tema predilecto su jardín acuático.
Las grandes decoraciones
Al representar un fragmento de su estanque en formatos muy grandes, Monet no solo prescinde de cualquier perspectiva y referencia espacial, sino que también propone sumergir al espectador en una extensión de agua convertida en espejo: nubes y ramas de sauces se reflejan en la superficie del estanque en la que ya no se distingue entre arriba y abajo.

Estos paisajes sin principio ni final invitan a una experiencia contemplativa en la que basta con representar una flor, un detalle de la naturaleza, para sugerir su inmensidad.
La abstracción en cuestión
En 1908, Monet empezó a sufrir de cataratas, dolencia que le impedía ver con claridad y alteraba su percepción de los colores. Durante la lucha del pintor contra esta ceguera progresiva, su paleta se redujo quedando dominada por los marrones los rojos y los amarillos, como dejan patente en esa época, los ciclos de El sendero de los rosales, los Puentes japoneses y los Sauces llorones.
Su pintura también se volvió más gestual. Desde entonces en sus cuadros se hizo visible la mano que sujetaba el pincel. La forma se diluye frente al movimiento y el color y en su tránsito desde la representación hasta el esbozo acaba siendo casi indescifrable.
Claude Monet (París, 14 de noviembre de 1840 - Giverny, 5 de diciembre de 1926)
Es considerado uno de los fundadores del Impresionismo francés, hasta el punto de que el propio nombre del movimiento artístico está vinculado a una de sus obras, Impresión, sol naciente (1872).
Dentro del movimiento, es sin duda el exponente más consistente y prolífico.


La filosofía de la pintura de Monet, que se puede apreciar en sus famosas series, es la de retratar la naturaleza tal como es, siempre cambiante; de modo que incluso tomar el mismo argumento una y otra vez no significa reproducir el mismo cuadro. El viento y las sombras devuelven a los ojos del artista un tema siempre cambiante.

De lunes a domingos 10:00 a 20:00 h
21 de septiembre de 2023 - 25 de febrero de 2024